La caza es una actividad que requiere una preparación y una concentración especiales. Si se afronta en condiciones óptimas, se minimizan los riesgos, pero hay que tener en cuenta que la interacción con el medio natural y sus animales y con otros cazadores puede acarrear peligros más allá de las precauciones que se tomen.  

Por eso vale la pena repasar las principales lesiones y enfermedades que pueden aquejar a los cazadores. Esta información servirá para ser más cautos y sobrellevar con menos complicaciones los inconvenientes que puedan presentarse. 

¿Por qué cazar puede generar problemas de salud?

En la introducción ya se han comentado algunas de las circunstancias que pueden hacer peligrar la integridad del cazador, pero vale la pena profundizar en ellas. 

En primer lugar, cabe señalar que los terrenos en los que se desarrollan las cacerías no suelen destacar por su regularidad, lo que puede provocar resbalones y caídas. Asimismo, las jornadas cinegéticas suelen ser largas, por lo que no conviene tomar parte en ellas sin la preparación física y la nutrición adecuadas. De lo contrario, aumentará el riesgo de lesiones. 

Por otro lado, el contacto con los animales a abatir y otros presentes en el medio, como reptiles e insectos, conlleva, respectivamente, diversos peligros de recibir ataques y contraer enfermedades infecciosas. Finalmente, el uso de armas de fuego y blancas, si no se respetan las máximas garantías de seguridad, puede tener efectos letales para el cuerpo. 

¿Qué lesiones y enfermedades tienen mayor incidencia en los cazadores?

Una vez que se han repasado los principales peligros ante los que el cazador debe extremar sus precauciones, es el momento de conocer qué problemas de salud pueden afectarle en mayor medida en sus actividades cinegéticas.

Algunos de ellos son comunes a otros planes que comportan esfuerzos físicos. Por ejemplo, las caídas y los resbalones suelen provocar cortes, magulladuras y contusiones. En este sentido, destacan lesiones en la piel (hematomas y heridas, principalmente) y los músculos (distensiones y roturas fibrilares), las tendinosas (como las de inserción), las vasculares (por heridas o golpes), en las articulaciones y los huesos (relacionadas con las fracturas), en los ligamentos y en el sistema nervioso. 

Además, las hay propias de las costumbres de esta práctica, como la rodilla del cazador. El llamado «hombro del cazador», por su parte, se produce al apoyar en esta región corporal la culata del arma y experimentar su retroceso. La cercanía al arma, por último, puede suponer lesiones oculares y auditivas de altísima gravedad, por lo que deben redoblarse los cuidados. 

Aparte, los animales pueden transmitir enfermedades como la triquinosis o la gripe aviar, por lo que hay que estar bien informados y ser cautos con su manipulación.

En definitiva, conviene priorizar la seguridad para evitar lesiones y enfermedades en la caza

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