Aunque no llueve o lo hace de forma escasa, el frío ya ha empezado a estar presente en nuestras jornadas de caza, por eso no viene mal que, a modo de recordatorio, veamos cómo la bajada brusca de temperaturas afecta a nuestros rifles, visores y balas.

Pensar que el frío no afecta a las duras armas no es cierto; les afecta mucho más de lo que lo pueda hacer el calor, sobre todo cuando las temperaturas del termómetro indican varios grados bajo cero. Con el frío intenso, los mecanismos se vuelven más duros a la hora de accionarlos, pudiendo incluso llegar a bloquearse y agarrotarse del todo.

Sería difícil que esto ocurriese en una montería de Sierra Morena, pero en algunos lugares de nuestra geografía, tales como Guadalajara, Cuenca, Soria, Teruel o Pirineos, entre otros, el frío se torna extremo en más de una ocasión. Además, ya son muchos los cazadores españoles que se lanzan a la aventura y viajan a Alaska, Finlandia, Noruega, Polonia, Rumanía, Rusia, etc., o van en busca de un íbex o carnero escalando altas cumbres, por lo que algún consejo extra siempre vendrá bien. Los fabricantes suecos, finlandeses y rusos, acostumbrados a que sus usuarios sufran estos problemas, incorporan a sus rifles soluciones que evitan en gran parte que sus mecanismos se hielen, como el carril antihielo en los cerrojos, los muelles planos, los cargadores monohilera, etc., pero, en general, pocas son las soluciones que se adoptan. Veamos, pues, cómo ‘ataca’ el frío y qué podemos hacer para combatirlo.

Efecto del frío en las armas

El frío ataca a las armas de varias maneras. En primer lugar, un rifle guardado al abrigo del frío en una funda o en el maletero suele ‘sudar’, es decir, se condensa un poco de agua en la parte exterior, sobre el cañón y la carcasa, y por dentro, es decir, en los mecanismos de disparo, automatismo, etc. Cuando se saca este rifle al exterior es cuando surge el problema, ya que ese ‘sudor’ se convierte, en pocos minutos, en hielo, llegando a ese bloqueo que hemos descrito. En cambio, un arma expuesta al frío en un lugar fijo, por ejemplo, el caso de un arma guardada en una casa de pueblo (o un armero de seguridad), sin calefacción y durante mucho tiempo, llega a oxidarse, ya que el metal suda y luego el agua se convierte progresivamente en óxido, atacando poco a poco al metal. Esto puede llegar a un punto en el que el óxido llega a bloquear totalmente los mecanismos, soldándolos entre ellos y dejando el arma inútil para siempre. Lo mejor en estos casos es que se guarde, sin tapar, en un lugar ventilado para que se seque completamente (nunca hay que guardar las armas en estas condiciones en fundas impermeables o de material sintético, plástico, etc.).

Otro de los ataques del frío afecta a la grasa o el aceite, que también llegan a helarse o endurecerse hasta tal punto que bloquean los mecanismos. Lo mejor para ello es mantener el rifle limpio pero seco, eliminando totalmente el aceite de las superficies metálicas. El último ataque se produce directamente sobre los metales, ya que los más templados, con la acción del frío, suelen romperse como si fueran de cristal cuando están sometidos a un esfuerzo. Me refiero, en este caso, a los muelles, que pierden elasticidad y parten. Esto ocurre en mecanismos de disparo, seguros, muelles de recuperación, cargadores, etc. En cuanto a nosotros mismos, el contacto directo de nuestra piel con un cañón helado, un gatillo, etc., puede llegarnos a producir quemaduras, quedándonos ‘pegados’ literalmente al acero. Esto ocurre, por supuesto, con fríos muy intensos.

El frío y las ópticas

Los visores ópticos son los que más sufren con frío, pues al empañarse pierden total utilidad para el cazador, el cual no consigue ver su presa y hacer puntería. Es conveniente al cazar con frío llevar el visor destapado para que no sufra cambios bruscos de temperatura. También hay que evitar que nuestra respiración esté demasiado cerca de la óptica y afecte a ésta, provocando vaho. Los buenos visores están rellenos de nitrógeno, lo que impide en gran parte que se empañen sus lentes al no penetrar aire frío dentro del visor. De todas maneras, existen en el mercado algunos productos antivaho, bajo forma de sprays, gotas o paños impregnados que disminuyen estos efectos de empañamiento, así como lentes especialmente tratadas para evitar este serio inconveniente.

Conviene mantener las ópticas guardadas lejos de lugares fríos, ya que también ‘sudan’ y los mecanismos de regulación de impactos situados en las torretas también pueden llegar a sufrir algún daño con el tiempo. Aunque teóricamente no pase nada, más vale prevenir.

La munición

Poco sufre la munición con los efectos del frío, el cual afecta sobre todo al punto de impacto, ya que al disparar con aire frío, la sustentación del proyectil en el aire es menor, bajando el punto de impacto algunos centímetros. Muchos piensan que se ha desajustado el arma, cuando solamente ocurre que se ha regulado el rifle con una temperatura mucho más elevada a la actual. Conviene, pues, realizar, según la época del año, las correcciones oportunas, aunque éstas sean mínimas.

Fuente:

www.elcotocaza.com

A lire également